jueves, 4 de noviembre de 2010

Capítulo XIII (Parte I)

Detúvose ante esa casa víctima de un escalofrío. Una corriente recorrió su cuerpo con minúsculas y continuas descargas eléctricas. Vislumbró aquel lugar como su hogar, su nuevo hogar surgido de la  amalgama del dolor y la ira.
-Muévete, muchacho.
-Ya voy -respondió con la mirada perdida, posada sobre el caserón que amenazaba con engullirlo de un momento a otro-.
Miró a ambos lados como si aguardase a que algo aconteciese; decepcionado por su decisión de regresar allí mas obligado por la necesidad de lo mismo. Las calles de **** se habían vuelto pequeñas para él, necesitaba ir más allá de aquel laberinto que llevaba viendo dieciocho años. El temor a lo desconocido en relación a esa casa horadaba su alma teñida por la sangre de las personas que sufrieron el encuentro con él.
-He visto lo que le hiciste a  Völe; muy ingeniosa tu huida -felicitaba el hombre a Cosow-.
-Gracias, pero no sé por qué me dejó que lo matara.
-Era un hijo de perra; se acostaba con mi mujer y ambos se lo callaban, pero tonteaban delante de mis narices. Da igual, ahora ninguno me molestará jamás.
-¿Por qué, te divorciaste? -preguntó, burlón, Cosow-.
-No exactamente. Mira, muchacho, provengo de una familia que pasó mucha hambre durante una guerra que hombres ricos y libres utilizaban para esclavizar más a la sociedad. Teníamos necesidades y debíamos cubrirlas de la manera más radical que puedas imaginar en este momento.
-¿Os comíais entre vosotros?
-No, eso como último recurso. Cada día partían dos o tres personas a por víveres, casi siempre mi padre y mis tíos; yo era pequeño y apenas recuerdo nada de aquella negra época que me tocó experimentar. Desde ese momento nunca más pasamos hambre. Nos comparaban con una familia similar a la de una matanza que hubo al otro lado del océano, pero nosotros éramos algo diferentes; a los muertos nos los comíamos y a los vivos los torturábamos hasta que suplicaban que se les asestase un último golpe que cese su sufrimiento. Es por eso que te entiendo y te acojo entre mis brazos, te miro y me veo mí mismo hace unos años cuando la desesperación se había alojado en nuestras mentes y nos obligaba a realizar todas las atrocidades que la gente cuerda no estaría dispuesta a realizar.
-Así que ¿erais una familia sádica y caníbal? Menuda gente con la que me he juntado.
-Así es.
-Y ¿los medios como se lo tomaron? O sea, habría una investigación, digo yo, en busca de los cuerpos que no fueron hallados, ¿no?
-Exacto, así se hizo, pero mi familia cuando la guerra hubo terminado no volvió a ser la misma; oían cada vez más voces, se arrastraban por los pasillos gritando y formando mares de llantos por los dolores, causa por la que a menudo solían ir al hospital. A los pocos hospitales que la ambición humana dejó en pie tras la guerra. Acostumbraba a esconderme en un oscuro cuarto al fondo del pasillo para protegerme de cualquier agresión ante los episodios de esquizofrenia que a diario tenían. Finalmente, fueron suicidándose uno a uno por lo que la policía sólo podría hablar conmigo pero yo no le abría a nadie, ni siquiera la ventana al viento. Aprendía a sobrevivir anteponiendo mis necesidades a las de los demás como tú hiciste en mi casa.
-¿Es tu casa? ¿Vives escondido en ruinas?
-Sobrevivo; es más acertado que decir que vivo puesto que a lo que yo tengo no se puede llamar vida. Me alimento de la oscuridad que los fantasmas y el pasado olvidaron aquí y de la mugre que el tiempo y el pasado deja tras su paso. He esperado tanto tiempo a alguien así, como yo, como tú: que refleje tan bien la decadencia de la sociedad que nos rodea en este período de guerra que yo pueda amoldarlo a mi imagen y semejanza.
-¿Estamos en guerra?
-Por supuesto, día a día; tú llevas dieciocho años de incansable lucha entre tu personalidad y tus deseos más macabros y repugnantes.
-No lo creo, señor…
-Sôlen, llámame Sôlen.
-Está bien, Sôlen. Sigo firme en cuanto a mi respuesta anterior; no creo estar luchando contra mí mismo sino contra el sistema que gobierna nuestras vidas en estos momentos.
-También, pero tu lucha particular, interior, es mucho más importante que todo lo demás. ¿Por qué, si antes eras sensato, razonable y reservado, mataste, insultaste e incluso te comiste a seres de tu misma especie? ¿No lo ves como un intento de tus deseos de aflorar y hacer explotar la barrera que les impide expresarse libremente?
-Eso fue por supervivencia.
-Y ¿de dónde te crees que viene la supervivencia? De nuestro deseo interior de ser tú antes que los demás; el egocentrismo. Así que ahora mismo podría decirte que la supervivencia puede ser un sinónimo del egocentrismo; aunque las circunstancias en cada caso sean diferentes.
-Ahora me arrepiento de haberlo hecho.
-Mentira y lo sabes. Desearías volver a hacerlo, sentir los órganos de otro ser humano sobre tus dedos deslizándose, pedazo a pedazo, por tu garganta, limpiar la sangre que sale a borbotones de sus orificios de tus labios y mejillas.
-Que repugnante es todo.
-Y lo es, Cosow. La gente se apartaría de ti, te llamarían "bicho raro" o te apalearían por ser diferente, en cambio yo, te ofrezco mi mano.
Sôlen entró en la casa, y se mantuvo inmóvil en la entrada esperando una respuesta del muchacho.
-Vamos, chico. Descubre qué hay en este nuevo mundo.
Cosow lo agarró fuerte y se perdieron ambos en el interior de la boca de aquella fábrica de muerte.

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