domingo, 31 de octubre de 2010

Capítulo XII (Parte I)

Cosow despertó con un portazo en su habitación por parte de su hermano.
-Despierta.
Abrió los ojos lentamente y lo primero que miró: el móvil. Estaba llamándolo Sorela.
-Hola, Cosow, ¿dónde te habías metido? Menos mal que te encuentro.
-Hola; es una larga historia. Ya te la contaré cuando tengamos tiempo.
-Lo cierto es que a mí me sobra de eso, ¿quieres venir a mi casa y hablamos de lo que hiciste?
-Debería llamar a Dôrya.
-Déjala, seguro que está con Tràdare.
-¿Quién?
-Tràdare, un compañero nuevo que vino de Rusia y que parece que le gusta.
-Qué bien.
-Bueno, ¿vienes a mi casa o no?
-Sí, en cinco minutos estoy allí.
Colgaron. Cosow se levantó y lavó la cara intentando despejarse, asimilar la noticia de que Dôrya estuviera tonteando con otro por no haber estado con ella esos días. Tiró las cosas de encima del espejo por el suelo, destrozó la mampara del baño y se sentó en el suelo tratando de aclarar sus ideas. Decidió que le daba igual, que no sería nada. Salió de casa y llegó a la de su amiga, que lo recibió en el salón.
-Ponte cómodo, vengo ahora que tengo que recoger unas cosas.
-Está bien.
Se sentó en el viejo sofá de cuero que había colocado en el cuarto quedando hundido en él.
-Ya estoy. Bueno cuéntame, ¿qué te pasó?
Cosow no tenía ganas de explicarle nada, ni su nuevo modo de actuar ni sus actos en aquel edificio alejado del mundo sensato, así que le contó que se había ido de excursión él solo por la montaña del norte.
-¿Tú solo? ¿Por qué?
-No sé, me apetecía; ¿algún problema? -contestó, Cosow harto de hablar sobre ese tema-.
-No, ninguno. Te voy a dar una cosa.
-¿El qué?
-Adivínalo.
-Un beso.
-¿Cómo lo has sabido? -preguntó extrañada Sorela-.
-Lógica, pura lógica. ¿Me lo vas a dar o no?
-¿Y Dôrya?
-Lo ibas a hacer igualmente antes, ¿no? Pues venga, que le den.
Se besaron. Estuvieron toda la tarde sin soltarse, pasando una tarde fantástica. Cuando dieron las diez y la ciudad era oscuridad por completo volvió a casa. Estuvo pensando en lo que le había hecho a Dôrya pero terminó pensando que era tontería cavilar sobre aquello, que todo se solucionaría solo, y si no, tiempo al tiempo.
Llamó a su chica para ver cómo estaba. No le cogió el teléfono, así que lo probó algunas veces más. A las doce contestó al teléfono con una voz de ahogo, como si hubiera estado corriendo o haciendo ejercicio hasta ese momento.
-Cosow, ¡qué sorpresa!
-¿Por qué no cogías las llamadas?
-No lo oía, estaba en silencio.
-Joder, siempre lo tienes en silencio, pero sólo cuando te llamo yo. Tu móvil me odia, ¿no?
-No es eso, es que estaba en la ducha.
-Sí, ya. Espera, que voy a tu casa y nos vemos.
-¡No, para! No, mejor ven mañana que hoy estoy ocupada.
-¿Con quién?
-Con los apuntes.
-Vale.
El muchacho fue hasta casa de Dôrya para darle una sorpresa y vio salir del portal a ella y a un chico, que imaginó sería Tràdare. Cuando se despidieron, lo hicieron con un beso, pero no como Cosow esperaba, sino un beso en la boca de más de diez segundos sin separarse. Miró hacia el suelo Cosow, pensando qué hacer, si partirle la cara ahí mismo o dejarlo correr. Lo dejó correr. Al día siguiente, la nueva personalidad marcaría historia en el campus de Dôrya. Al terminar las clases, Cosow se dirigió hacia el grupo de su novia y vio a Tràdare.
-Cariño, ¿qué haces aquí? -preguntó la muchacha-.
El chico la miró con una cara de asco que podría haberla matado en ese preciso momento.
-A ver gilipollas, ven aquí -dijo el chico dirigiéndose a Tràdare-.
-¿Qué me has llamado?
-¡Gilipollas! ¿Te molesta? Pues te jodes. ¿Qué tienes tú con mi chica?
-Estamos juntos, sí; y ¿qué?
Cosow apretó los puños, cerró los ojos y sintió como el viento rozaba su pelo, su cuerpo. Se apoderó de él una fuerza sobrehumana; volvió a sentir lo mismo que en aquella casa: la ira que comía su cuerpo por dentro poco a poco.
-¿Me vas a pegar, media mierda? -preguntó Tràdare tratando de intimidarlo-.
Abrió los ojos y todo se volvió silencio. En una milésima de segundo vio a su oponente en el suelo con la boca llena de sangre y a dos metros de distancia. Se estaba retorciendo de dolor en el suelo tratando de apaciguar el dolor en su hígado por el puñetazo que acababa de recibir.
-Vamos, levántate. ¡Ten cojones a levantarte!
El otro seguía en el suelo retorciéndose y siendo punto de mira por todo el coro que se había formado alrededor de ambos. Cosow lo levantó en peso y lo puso de pie. Él seguía caído, a punto de llorar por el dolor, así que el agresor miró a Dôrya y dijo:
-¿Así que me cambias por eso?
-No, para. ¡Déjalo ya! Volveré contigo, pero no le hagas nada.
-¿Que volverás conmigo? Ni de coña. Para mí estás muerta, ¿me oyes? Ni se te ocurra dirigirme nunca más la palabra. En cuanto a este intento de hombre… creo que lo dejaré perfecto para no hacer más mal a nadie.
Cosow cogió un bolígrafo de un chaval que estaba a su derecha dejándolo atónito y se lo puso en la espalda a Tràdare.
-Bueno, tú me has quitado algo que yo quería y yo ahora te quitaré lo que has usado para quitármelo. ¿Sabías que si presionas demasiado una lumbar determinada podrías dejar paralítico a alguien?
-No, no lo hagas, por favor.
-Tranquilo, no lo haré.
-Gracias.
-Lo haré aquí, mejor -dijo Cosow recolocando el bolígrafo sobre una cervical-.
Apretó y de repente, todo se nubló para Tràdare.
-¡¿Qué le has hecho?! -gritó Dôrya-.
-¿Yo? Nada; dejarlo tetrapléjico. Disfruta ahora sus polvos y añora los míos.
-¡Cabrón!
-¿A qué sí? Pero sólo un poco.
Todo el mundo se le quedó mirando mientras desaparecía dejando en el suelo su carpeta con los apuntes y demás material. Se dirigió fuera de la ciudad. Fue hacia la casa de la que escapó hacía unas semanas. ¿Por qué? Lo necesitaba.

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