viernes, 15 de octubre de 2010

Capítulo I (Parte II)

La lluvia, que acababa de comenzar nada más ocurrir el incidente, caía sobre la piel y chaqueta de cuero marrón de Rashkolnikov sirviendo de motor para su reflexión espontánea. Tenía sangre de su hermano en la mano que difluía por ambos lados de la mano hasta caer al suelo, la cual limpio en un charco próximo al Pulce. Cosow estaba dentro, inmóvil, contemplando a su hermano por el cristal del bar. Rashkolnikov lo miró y agachó la cabeza por la vergüenza y el arrepentimiento. El pequeño corrió hacia fuera para encontrarse con su hermano y mirándolo a los ojos marrones que tenía su hermano, oscuros como la misma noche, le preguntó por lo que irían a hacer en ese momento y su hermano sólo supo encogerse de hombros y mirar para delante calle arriba.
- No tienes porqué sentirte así, Rashkolnikov -le dijo Cosow-.
- No, no he debido hacer lo que he hecho. Dime dónde quieres ir.
- Vayamos al viejo parque al que íbamos de pequeños con mamá y papá -sugirió Cosow-.
- ¿Al de la calle Dask? ¿Ese al que van los borrachos a ahogar sus penas en botellas y los drogadictos a clavar más pena en su cuerpo? -preguntó con cara de asombro Rashkolnikov-.
- Por favor, Rashkolnikov.
Rashkolnikov, al que su hermano acostumbraba a llamar con cariño Rodka, giró la cabeza en dirección al parque e hizo una mueca mordiéndose el labio inferior con desconfianza. Cosow lo miró con cara de niño pequeño y una sonrisa de oreja a oreja y se puso en camino.
Rodka cogió su MP3, desenrolló los auriculares y se los puso mientras escogía una canción. Se decidió por una música de la que le gustaba a su padre. Una canción bastante antigua de un grupo también algo bañado por el paso del tiempo. Cuando éste escuchaba música se evadía completamente de todo lo ocurrente a su alrededor sin influir absolutamente nada en su estado de ánimo; sólo el sonido de una guitarra, piano, arpa, flauta o cualquier otro instrumento producía ese efecto sobre él. Especialmente el saxofón. Le encantaba el saxofón desde que era pequeño. Su hermano era más aficionado a hacer deporte, aunque no tenía la cultura que Rodka tenía en lo que a música se refiere.
- Rodka, mira un hombre en medio de la carretera -dijo Cosow señalando a un hombre colocado boca abajo con una botella de vidrio transparente en la mano izquierda-.
- ¡Para, no lo toques! -dijo Rashkolnikov mientras se lamentaba entre dientes el haber ido a aquel lugar-.
- ¿No vas a ayudarlo? -preguntó Cosow-.
- Ni se te ocurra acercarte a él. Ya bastante he hecho por ti trayéndote a este lugar como para encima tener que llevarte al hospital.
- ¿Cómo que al hospital? ¿Por qué dices eso? ¿Crees que me puede hacer daño?
- No lo digo por eso. No lo digo por nada, Cosow. Ven conmigo y no te separes de mi lado.
Rashkolnikov se lamentaba una y otra vez el haber caminado hacia ese parque en el que a simple vista se veía como un lugar apacible, donde residían personas de avanzada edad por no decir viejos decrépitos que no saben qué hacer con el tiempo que les resta de vida y lo emplean en destrozarse la vida más de lo que ya está. Cosow comenzaba a tener miedo. La niebla que no había cesado todavía en la ciudad se intensificada a cada paso y el oxígeno parecía terminarse con cada segundo que se consumía en aquel paraje.
Se escucharon ruidos. Ruidos ensordecedores que atrajeron la atención de todos los que había en ese momento en la calle Dask, es decir, los dos hermanos y unos borrachos en una esquina peleando por la última gota de vodka en una botella pequeña y transparente. Ambos se dirigieron hacia el lugar en el que se hubo producido el estruendo y vieron que la luz tras una puerta de madera muy gastada era testigo de un baño de sangre que no tardó en llegar a los tenis de Rodka, que se había puesto delante protegiendo de cualquier daño a su hermano.
- Rashkolnikov, vámonos de aquí, por favor -dijo Cosow con una lágrima en el ojo derecho-.
- Ahora no nos podemos ir. Además, ¿tú no querías venir al parque? Te juro que te vas a hartar de parques para siempre.
Rashkolnikov se desplazó hacia la puerta con cautela y vio que estaba cerrada. Era imposible entrar sin una llave que, claramente, él no poseía. Los movimientos violentos que se veían tras la puerta cesaron y de pronto, se apagó la luz dejando a los dos hermanos sin saber qué hacer. De un golpe, Rodka rompió el cristal y consiguió abrir la puerta. En cuanto vio lo que había tras ella cogió a su hermano y se fueron corriendo hacia el otro extremo del parque con Cosow de la mano y dejando a éste con la intriga de lo que habría visto en aquel rellano polvoriento.

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