viernes, 15 de octubre de 2010

Capítulo II (Parte III)

La témpera oscura que pintaba el cielo, ceñía una gruesa capa de muerte sobre aquella ciudad. Eran las 7:32 de la mañana y Cosow seguía durmiendo desde las 6:00 que había posado la cabeza sobre la almohada. Rashkolnikov era diferente; en raras ocasiones conseguía conciliar el sueño en su habitación. La luz no podía penetrar en aquel vetusto habitáculo; las persianas, bajadas, actúan de barrera contra los rayos del Sol. Él es una persona solitaria, paciente, taciturna… y muchas más características; tantas que agotaríamos el diccionario. Siempre se ha guardado sus cosas para él, nunca compartiría nada, ni siquiera aire. Había momentos en los que odiaba tener algo en común con las demás personas.
Basaba su vida en las distintas filosofías que había aprendido en la Fölthram, en su carrera de Filosofía, junto a un viejo amigo, Rohn, que vivía a escasos metros de su casa.
Cosow despertaba, tras una hora y media de cama, confundido por un sueño.
-No te vas a creer lo que he soñado, Rodka -dijo Cosow con asombro-.
Rashkolnikov lo miró de reojo, acostado en el sofá observando a su hermano sentado en una silla frente al televisor, y preguntó por qué.
-Me desperté sobre una colina nevada en medio de una ventisca. Era tarde. Tarde noche, más bien. Ese momento del día en el que sabes que ya comiste y que en nada se cernirá la noche sobre tu cabeza. Había una niebla tan espesa que no alcanzaba a ver ni mis pies, solamente veía una débil luz al fondo del camino; en el infinito.
-¡Qué tontería! -interrumpió Rodka-.
-Calla, que aun no he terminado. Así que incorpórate y escucha.

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