lunes, 25 de octubre de 2010

Capítulo VIII (Parte II)

Su infancia murió. En ese momento de recuerdos no sabía qué pensar. Sintió que si le podía gustar a alguien es que algo hacía mal. Siempre había sido un rebelde, un cismático profesional; alguien que le importaba más bien poco ser expulsado de una clase social, grupo de gente o lugar. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando volvió a leer el mensaje de Dôrya. Lo contestó y consiguió conciliar el sueño antes de apagar el móvil y poner el despertador.
Despertó sobresaltado, como si de una pesadilla hubiera salido. Despertó sobresaltado, como si una pesadilla hubiese tenido, pero no. No recordaba nada de lo que había soñado así que se dispuso a dormir de nuevo.
El sonido del viento al golpear a los árboles agitaba cada vez más su imaginación deseosa de crear. Crear un paraje donde refugiarse durante esa tormenta. Estaba él en su cama cuando de repente vio a un cuervo posarse sobre la cornisa de su ventana y sin darle mayor importancia le dio la espalda y se durmió con la mirada puesta en el interior de sus párpados. No pudo dormir así que cogió su reproductor de música y puso la melodía que lo perseguiría desde aquel día; se quedó atónito observando al cuervo, majestuoso sobre la madera de la ventana dando graznidos combatiendo con los aullidos de los lobos de la colina y los ladridos del perro. Sintió que cogía de nuevo el sueño y sin dudarlo apagó rápidamente el reproductor y se acomodó para viajar al mundo de los sueños. Seguía sin poder dormir. Frustrado, se levantó de la cama y se puso a revolver los cajones de la habitación hasta encontrar algo con lo que entretenerse.
Una pequeña catapulta hecha a base de un bolígrafo, una goma y sus dedos. Con varias hojas de papel jugó hasta llenar el suelo de bolas. Cuando no le quedaron más bolas y la pereza de tener que recogerlas se apoderó de su cuerpo pensó en lanzar unas piedras que había cogido el día anterior en la plaza. Las lanzó y chocaron contra la ventana dejando pasar los ensordecedores sonidos y al ave. Se posó sobre la cama mirando fijamente a los ojos del muchacho, inmóvil, sentado en el suelo con miedo a levantarse y siendo presa de su ira dejó pasar unos minutos que parecieron eternidad.
Iba a levantarse cuando abrió las alas hasta alcanzar el doble de su propio tamaño, alzó el vuelo y fue volando hacia el quedando erguido a los pies del muchacho. Eran las cuatro de la mañana. Se armó de valor y corrió en dirección al armario a su derecha siendo seguido por el cuervo. Le ordenó que se marchara con la vana esperanza de que obedeciera pero no resultó satisfactorio, así que intentó espantarlo simulando que se lanzaba hacia él.
Miraba al chico impasible, sin quitar la mirada de su rostro y observar su alrededor,  su habitación. Empezó a crearse una tensión enorme entre ellos; como dos conocidos que no saben sobre lo que hablar, cuando sonó una dulce melodía en el tocadiscos antiguo que no funcionaba hacía años. Asombrado, olvidó la presencia del cuervo y se concentró en averiguar el porqué funcionaba tan viejo aparato. No había disco aunque la base se movía, lentamente, pero se movía. Hasta que se percató de que la música no salía del tocadiscos, sino de la boca del pájaro, lo que lo asombró aun más.
Al cerrar la boca el cuervo cesaron de salir las notas mágicas con las que me dormía todos los días de pequeño y una voz humana salía de su boca, decía "sálvame", lo gritaba como si careciese de fuerzas debido a una estancia prolongada en un lugar sin víveres. El chico retrocedió hasta caer al suelo de la emoción y ver, sin poder impedirlo, el avance del cuervo lentamente; veía como recorría su pierna hasta posarse en su estómago y volver a soltar tales palabras.
Se levantó de un salto y se llevó las manos a las orejas con el fin de evitar la entrada de esos sonidos en su cabeza aunque inútiles actos sólo lo llevaron a sentir un molesto dolor en las sienes debido a la presión sobre ellas. El cuervo voló hacia un extremo de la cama, un adorno en forma de bola en el cual se posó sin decir palabra. Pensando que no diría nada más y confiando en que todo fuera una pesadilla de la que despertaría con la mayor brevedad posible se arropó ignorando al ave.
El ave voló hacia la ventana como ofendido en vista de la poca atención hacia él. Cosow intentaba despertar pero no podía. No podía quitarse la cabeza esas súplicas y gemidos que se oían de fondo entre las palabras de socorro que acababa de escuchar. No despertaba y totalmente desvelado puso la almohada sobre su cara hallando oscuridad hasta que segundos después de tal acto echó el objeto hacia un lado, abrió los ojos y lo que vio fue una bandada de pájaros revoloteando sobre su cabeza. Él gritaba pero no veía ninguna ayuda. Impidiendo como podía los picotazos, agredió a uno de ellos, el que lo visitó hace un momento.

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