martes, 19 de octubre de 2010

Capítulo VII (Parte III)

Dôrya despertó, con una llamada, a su amigo; tenía el bolígrafo en la mano y los versos que acababa de escribir plasmados en el lado izquierdo de la cara

-¿Si?
-Hola, ¿te desperté? ¿Estabas durmiendo?
-No mujer, no… Bueno, sí, me despertaste.
-¡Lo siento! -dijo ella disimulando una sonrisa--. ¡Pero si sólo son las 17:00!
-Pues ya ves. ¿Qué quieres, niña?
-Preguntarte si querrías bajar con nosotras.
Cosow quedó en silencio con los ojos cerrados y unos indicios de un dolor de cabeza cada vez más grandes.
-De acuerdo, ¿a qué hora?
-Ahora.
-Pff…, pues espera que me vista.
-¡¿Estás desnudo?!
-Algo.

El muchacho colgó y se echó las manos a la cabeza intentando paliar el dolor con golpes en ella que lo único que hacían era agravar su estado. Se levantó, cogió las llaves y se fue a cada de su amiga. Por supuesto, no estaba desnudo, pero su naturaleza le hizo decir aquello. Timbró en la casa y escuchó que bajarían en seguida. Fueron apareciendo una tras otra bajando la escalera de mármol que se veía tras el oscuro cristal del portal blanco. Todas lo saludaron y él, lo propio; comenzaron a hablar con él preguntándole cosas dejando a Dôrya alejada del grupo. Él se dio cuenta de lo que le ocurría y la integró en la conversación:

-Así que tenías mi inicial en tu carpeta, ¿eh?
-¿Yo? ¡Qué va! Era de otra persona.
-Ya…
-Cosow, que no te engañe -dijo Sorela guiándole un ojo-; nosotras lo sabemos todo.

Él la miró y fue apreciando como, poco a poco, se ponía más y más colorada. Él sabía que no era una chica sentimental, emocional ni juerguista; le encantaba. Apenas se relacionaba y no expresaba muy frecuentemente sus sentimientos; además, estaba soltera, por lo que Cosow le dijo que se acercara para contarle una cosa. Se callaron todas y quedaron expectantes esperando lo que haría él. Dorya se acercó, con naturalidad y puso su oreja.

-Me encantas -le susurró al oído el muchacho-.

Se apartó de su oreja y durante un segundo el tiempo se paró. Ella estaba paralizada. Era su primer beso y presentía que la primera de las muchas cosas que haría con él durante mucho tiempo; todo el tiempo del que dispusiera su reloj de arena. Ambas pupilas se dilataron hasta cubrir todo el espacio que la naturaleza le permitía. Dôrya sintió un escalofrío en cuando se apartaron. Los dos tardaron en abrir los ojos aún después de separarse. Una sensación incómoda y placentera a la vez recorría, como descargas eléctricas, sus cuerpos a la velocidad de la luz.
Se la llevó fuera del Pulce, fuera de la mesa y fuera del campo de visión y escucha de sus amigas.

-¿Lo has entendido?
-Por supuesto. ¿Sabes qué?
-¿Qué?
-Sí que eres quien produce mis cosquilleos de barriga.
-Me alegro. A ver si consigo serlo durante algún tiempo.
-Lo serás. Durante toda la vida.
-Lo dudo, pero agradezco esa confianza.
-Bueno, ¿volvemos con ellas?
-¿Y si nos vamos a la Koshya?
-De acuerdo; vayamos a la plaza, pues.

Cuando hubieron llegado al lugar se sentaron en un banco y se volvieron a besar. En cuanto juntaron los labios se cernió la oscuridad sobre el ambiente y no se vio nada. Oscuridad reinaba.
Cosow apareció sobre su escritorio con el bolígrafo en el suelo y las hojas a medio romper. Despertó y miró el reloj observando lo tarde que era ya para haber dormido desde que cogió el sueño. Eran las 23:23 del 27 de marzo según ponía su despertador. Y pensó que había sido un sueño más bien fantástico, inclasificable… pero ilusorio. Se desvanecieron sus ganas de hacer nada al comprobar que todo lo que había tenido en el sueño lo había perdido. Recibió un mensaje de Dôrya: "Te quiero". El joven, agobiado por los sentimientos y la confusión, se tiró sobre la cama y se dispuso a dormir hasta el día siguiente sin contestar el mensaje. Ya contestaría más tarde, o mañana, si se daba el caso.
Últimamente los sueños estaban perturbando la tranquilidad de Cosow; y eso no es bueno, ni para él ni para nadie.

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