viernes, 15 de octubre de 2010

Capítulo IV (Parte I)

Salieron del bar con un diluvio que impregnaba sus chaquetas de invierno. No tenían paraguas. No lo necesitaban. Estaban tan acostumbrados a la oscuridad y lluvia que iban sin la capucha puesta y con parsimonia. Se lo tomaban con tiempo. Terminaron yendo a visitar la mansión abandonada de la calle Kuolema, al lado contrario de la salida del Pulce, donde pasaron prácticamente toda su adolescencia e infancia haciendo trastadas y molestando a los señores Brog. Se adentraron en aquella vetusta y oxidada casa, bañada por las dunas de un reloj de arena que hacía años, rompió. Justo en la entrada, en una de las primeras escaleras, se podía ver escrito "Ke krëya kümoљ dalarëkeη". Rashkolnikov echó a reír recordando que fue él, con sus amigos quien puso eso ahí hace más de un lustro.
-¿Qué quiere decir, hermano? -preguntó, intrigado Cosow-.
-Me parece que dice "La justicia ha muerto".
-¿Y qué idioma es?
-Uno que los compañeros de facultad y yo hicimos en primero de carrera para pasarnos notas y copiar en los exámenes sin que los profesores se enteraran.
-¿Puedes enseñármelo?
-Mm… creo que no. No porque a mí no me apetezca mostrártelo, sino que no lo entenderías. Tiene demasiadas reglas ortográficas, pronunciaciones diversas…
Cosow echó a correr dentro de la casa, entonces, Rodka recordó lo que había pasado en esa casa cuando él y sus amigos la frecuentaban. El señor Borg asesinó a su esposa con las sábanas de su cama, ahorcándola en uno de los pilares de la cocina. Se escuchó un grito y luego un mudo silencio. Se adentró en la casa para averiguar el porqué de tal alarido. Por la mente le pasó "NëbĦ kerälaя, Sorzhâ" se paró en seco y se preguntó en alto "¿Dónde estás, Sorzhâ?".
-¿De dónde habrá salido eso? -se preguntó-.
-Rodka corre, ven ¡por favor!
Corrió en busca de su hermano y vio que estaba tirado en el suelo de la cocina, junto a unos azulejos rotos y desperdigados por el suelo, con los ojos clavados en el infinito personificado. La señora Brog estaba colgada putrefacta, deshecha en trozos de carne a jirones y un cuchillo con una mancha de sangre seca y negra justo debajo de aquel cuerpo pendiente con una manta amarilla.
-¡Joder, por eso no quería venir aquí! -le gritó Rashkolnikov a su hermano-, vámonos en seguida.
Cosow estaba pretrificado; sus músculos, agarrotados por el miedo y la impresión y por su mente pasaban toda clase de pensamientos. Su hermano lo levantó a pulso y lo llevó a hombros hasta la puerta. Quiso abrir la puerta pero, para su sorpresa, estaba cerrada con pestillo. Alguien estaba con ellos en esa casa y no quería que se marcharan. Rodka no podía con Cosow por toda la casa en peso, así que le pidió que se pusiera en pie y corriera junto a él y le dijo:
- Tranöteя trџг kalöi, zelälaя na brutëд na kerälaя ëgu de snïtoя krë bђnte.
-¿Qué has dicho? -preguntó, asustado-.
-Que recuerdes quien eres, y que aquí dentro tienes que pensar que estás en un sueño.
-¿Por qué hablas así?
-¡Corre, joder!
Cosow echó a correr escaleras arriba hacia alguna de las habitaciones con la intención de esconderse donde pudiera. Se encontró con una fila eterna de puertas que daban cada una a unos aposentos diferentes. Uno tenía cierto aspecto infantil, con algunos peluches con forma de oso o con juguetes para esa edad. Otro, era prácticamente una casa de muñecas en gran tamaño. Abrías la puerta de al lado y era como entrar en otra dimensión. La contraria y todo lleno de marionetas, entre las que se escondió.
Rahkolnikov se quedó parado empezó a buscar algo, como si supiera lo que pretendía encontrar, aunque no tenía ni idea de lo que era. "Nëula ke köra" (Sigue la flecha) estaba escrito en la puerta, junto al picaporte señalando a la derecha. Corrió. Arrancó tan rápido que de golpe, todo el pelo del flequillo de su melena morena se le echó para atrás y sus ojos oscuros como las entrañas del cuerpo que en la cocina oscilaba brillaron por la supervivencia que ansiaba. Escuchó un sonido fuerte, de un motor, y miró al suelo cerrando los ojos intentando oír mejor. Y eso hizo. Le dio a su cuerpo a reaccionar antes de que aquel sonido lo alcanzara por la espalda. Un hombre pretendía partirlo en dos con una motosierra.

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