viernes, 15 de octubre de 2010

Capítulo III (Parte III)

Ahora cuéntame… ¿Cómo es tu chica? -preguntó Rodka-.
-Para empezar, no es mi chica, y no sé cómo describirla. Físicamente es morena de pelo, con ojos verdes y unos labios… sobre todo uno de ellos, es especial, no sé, simplemente me ecanta.
-Lo acabará siendo, ya lo verás. Dime ¿qué tal de…? -dejó caer el mayor-.
-No me he fijado en eso. No siento una necesidad de ese tipo con ella. Me conformaría con un beso.
-¡Tendrás más que eso, te lo aseguro!
Cosow no hacía más que recibir palabras de aliento por parte de su hermano aunque no se le veía muy convencido. Estaba enamorado, y eso se notaba. Enamorado de aquellos ojos verdes que no lo dejaron dormir ni un segundo en toda la noche. Su mente es como una estación de tren alemana: siempre eficiente y con todo en su sitio; además, tenía un peculiar sentido de la deducción desde hacía algún tiempo, sin darse cuenta, una voz le decía todo lo que tenía que decir o pensar.
A la mañana siguiente, temprano, sobre las 11:15 el cielo comenzaba a clarear. Se levantaron los dos, movidos simplemente por el instinto, se ducharon y salieron a la calle a desayunar algo en el Pulce. Aquel bar lo frecuentaban los borrachos mayormente por las mañanas para emborracharse ya cuando abre sus puertas el lugar.
-Qué asco de gente… -dijo Cosow-, venir cuando el Sol se pone en pie para ahogar sus penas al fondo de una botella tan temprano me parece algo deprimente e increíble.
-Quizá busquen un amigo al fondo de esa botella -contestó su hermano-.
-Puede, pero buscar desde tan temprano y desde hace tanto, porque se les nota en la cara, algo que no encuentras nunca es estúpido, también.
-A ver, Cosow -se puso serio Rashkolnikov-, tienes que entender que las personas así son gente que necesita ayuda dónde sea, bien en una botella, bien en una raya. No los justifico, por supuesto, solamente digo que cada uno tiene razones para ser o estar como están ellos ahora. Prefieren contar sus penas en alto con el alcohol como altavoz que en silencio junto a un psicólogo o a un amigo.
Pasó un tiempo antes de que el pequeño volviera a la realidad; a veces, la manera de expresarse o de pensar de su hermano lo dejaban tocado, mudo. Con la mente en blanco y sin saber qué decir.
-¿Qué vais a tomar? -preguntó el mismo camarero que el viernes noche-.
-Un vaso de agua, y para el pequeño este, un zumo que tiene que crecer.
-¡Cosow! -se oyó tras el muchacho-.
Rashkolnikov echó a reír a carcajadas cuando vio que esa persona coincidía exactamente con la descripción de Dôrya y que su hermano la saludaba. Ella iba con sus padres a desayunar allí, a conocer un poco la zona y poder desenvolverse.
-Dile la frase, corre -susurró el mayor con disimulo-.
- Dôrya, ich liebe dich.
Se puso totalmente colorada y sus padres rompieron a reír a la para que Rodka. Se presentaron todos y se despidieron dejando al chico atónito dado que su hermano nunca le quiso decir lo que significaba esa frase.
Cuando la familia de la chica se hubo ido se volvieron a sentar y el pequeño habló:
-Pero ¿qué pasa? ¿Qué le he dicho?
-Le has dicho "Te quiero", Cosow; y delante de sus padres. Lo haces genial, hermano -respondió Rashkolnikov guiñándole un ojo-.

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