jueves, 28 de octubre de 2010

Capítulo IX (Parte II)

Al terminar las clases se vieron; fueron a la cafetería de la universidad ya que les venía de camino para salir de allí e ir a sendas casas.
-Entonces, ¿tú me quieres? -preguntó Dôrya-.
-SÍ.
-Júramelo.
-¿Por qué?
-Porque sí, quiero oír cómo me lo dices.
-Te lo juro.
-¿Qué me juras?
-Te juro que te quiero.
-Dame un beso, anda.
Se besaron y vieron que tras ellos acababan de sentarse sus amigas. Los miraron con recelo a ambos hasta que tuvieron que cesar aquellas miradas para posarlas sobre la camarera que iba a tomarles nota. La pareja se fue a casa tras una hora y media en el local. Estuvieron hablando todo el trayecto, sin parar; era diferente a lo que creyó Cosow que sería estar con alguien. Aquella tarde había quedado con Sorela para pasar la tarde por la ciudad y vio que a Dôrya no le hacía demasiada gracia, por lo que decidió quedar por la tarde con su novia y no con su amiga, darle alguna excusa. Por la tarde estuvieron en casa del muchacho, aprovechando que su hermano había salido. Cosow le sugirió buscar el libro que Rashkolnikov protegía constantemente. Ella aceptó movida por la intriga.
-¿Lo encontraste, cariño? -preguntó ella-.
El se quedó con una cara de ignorancia y negó con la cabeza.
-Dejémoslo, chico. No vamos a encontrar algo que tu hermano ha escondido. Seguramente se lo haya llevado deduciendo que vendrías aquí con la intención de encontrarlo.
-Puede…
-Venga, vamos a ver una película abrazados.
Cosow estaba bastante agobiado. Los exámenes no le quitaban el sueño, ni lo perturbaban. Lo que lo dejaba perplejo era el cariño que se había sacado de la manga en tan pocos días esa chica que conoció por coincidencia; por pasar en ese momento por esa calle. Ella confundía su amor con lo que él sentía. Eran muy diferentes. Dôrya lo imaginaba como su chico, su chico para toda la vida; mientras que él la veía como una más, pero bueno al fin y al cabo ¿qué más da, no? Si ella es feliz en esas condiciones también lo será Cosow. Él, con las manos en los bolsillos; ella, con sus brazos rodeando a su chico.
Al dejar en su casa a su novia Cosow, se fue corriendo a casa por la noche. Tropezó. Más bien le hicieron caer. Cuando despertó vio todo a oscuras. El mundo se le tornó rojo sangre y negro entrañas; unos colores que nunca antes había visto, ni en sus pesadillas. Vio a una persona de espaldas junto a un sonido metálico que se fue, con parsimonia, hacia la puerta. Encendió la luz y observó de lo que se veía rodeado en aquella habitación. Su vista alcanzaba a ver tijeras, alicates, ganchos, alambres de espino, tuercas, taladros, tenazas, motosierras, cuchillos de diversos tamaños, knuts… todo sobre una gran mesa a ambos lados de la estancia. Comenzó a gritar y alguien por detrás lo mandó callar, muy bajo, casi susurrando. Cuando se cayó, sintió por detrás un golpe en la nuca y descendió su cabeza. Cuando volvió a abrir los ojos vio a esa persona mirándolo fijamente. Una voz desde fuera de la habitación le mandó cosas en un idioma que él desconocía; la lengua que su hermano inventó junto a Rohn. Le dijo aquel hombre:
"La música, algo querido por unos y amado por otros. Un espejo y una puerta hacia nuestras emociones. Acelera tu respiración en unos momentos y es capaz de ponerte el pelo de punta más rapida y eficazmente que cualquier otra cosa. Es la compañera que expulsa a la soledad. Un lugar donde refugiarse día y noche sea la hora que sea, cuando sea y con quien sea.
La música es capaz de hacerte sentir sensaciones que hasta el momento no habrías pensado nunca que existían.
Puede entristecerte, alegrarte, producirte nostalgia, recordar esos tiempos pasados que muchos de los cuales se recuerdan con una visión realmente borrosa por las influencias de la sociedad actual. O incluso puede producirte la propia felicidad; esa tan deseada por todos y evitada por otras al no saber cómo acabaría todo.
Una simple nota puede provocar miles de sensaciones, así que imagina unos segundos o incluso una canción; sentiríamos una aglomeración de sentimientos, los cuales no seríamos capaces de ordenar por muy inteligentes que seamos. El sentir cada una de ellas es simplemente vivir la música. El haberla tenido ahí siempre que la has necesitado, como una amiga o amigo que siempre te apoya y hace lo que sea por animarte.
Cuando no se haya a alguien que responda a tu llamada en el mundo, se busca apoyo en la música, que tantísimas veces acaba haciendo de almohada y pasaje al mundo de los sueños. Con la música, busco libertad en toda esta ciencia, busco la razón y el sentido de mi existencia.
El MP3 es mi corazón, por lo que llevo todas las canciones que expresan lo que siento en un momento en él, los altavoces, muchas veces en mi vida lo que marca el ritmo: la percusión, el bombo y caja, como se le quiera llamar. Y el día a día mi melodía, que en cada anochecer se esconde para dar cabida en mi cabeza a mis pensamientos, hasta que amanece por la y me despierta con una suave armonía entre la mente y mi cuerpo elevada al alba con un sólo sonido, el del viento al golpear contra mi ventana."
-¿Recuerdas eso, pequeño amigo?
-¿Qué dices?
-Lo escribiste al cumplir dieciséis años, cuando todo había terminado para ti; cuando nadie estaba contigo y te refugiabas tras una nota musical.
-No lo recuerdo, de verdad.
-Lo recordarás. Te aseguro que lo recordarás.
Otro golpe noqueó a Cosow hasta unas horas después, bien cernida la noche.

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