viernes, 29 de octubre de 2010

Capítulo X (Parte I)

-Tu angustia será lenta y dolorosa. Cada segundo pasará como una eternidad aquí dentro. El mundo se convertirá en este cuarto y tu vida se reducirá a nada, al polvo que embellece cada metro de todo esto. Si no te gusta, te consumirá la angustia; y si te gusta, lo hará el masoquismo. En estas seis paredes forjarás nuevos recuerdos, aprenderás a sobrevivir a base de instinto humano y sobretodo: no intentes nunca huir; sería como suicidarse, créeme.
-¡¿Quién eres?! -preguntó alterado el muchacho-.
-Alguien a quien no le importa hacer sufrir a alguien para hacerle ver que en realidad ya lo hace sin saberlo.
Se fue y lo dejó solo en la habitación a merced de la soledad y la desesperación. Un nudo ataba su cuello y apretaba con fuerza sus ganas de vivir sumiéndolas en la nada. Lo único que lo mantenía pegado a la silla eran unos pobres nudos en las manos y piernas contra el respaldo y las patas. En cuanto hubo desecho esa triste prisión sobre sus extremidades se irguió y caminó un poco por la habitación en busca de respuestas. Fue palpando las herramientas, una a una observando sus grabados; todas con las iniciales A.S.K. en el filo o en la punta de cada una de ellas. Se abrió la puerta y apareció un hombre grande, casi el doble de alto y fuerte que Cosow pero su joven espíritu impertérrito le impidió acobardarse.
-Sitzen.
-¿Cómo has dicho?
-¡Sitzen!
-¡No le entiendo!
Lo levantó en peso y lo volvió a sentar sobre la silla con un gesto enfadado dibujado en la cara con desgana. Sus brazos eran el triple de grandes que los del chico, y las piernas otro tanto de lo mismo. Cruzó los brazos vigilando a Cosow sin perderlo de vista, sin parpadear hasta que oyó abrirse la puerta tras de sí, cuando se fue despidiéndose con un "Auf Wiedersehen!".
-Veo que has conocido a Stren, el hombre de la casa. Espero que no te haya hecho mucho daño; es alemán y solamente entiende su idioma, el de ninguno más.
-Sí, ha sido una buena relación de segundos; gracias por el interés -respondió con sorna Cosow-.
-¿Qué es la vida?
-¿Cómo?
-Que ¿qué es la vida? -repitió ese hombre misterioso-.
-No sé, ¿qué esperas que te responda?
Cerró los ojos durante un momento y sintió como se clavaban unas pinzas sobre su pierna derecha hasta atravesar la piel y quedar en pie por si solas apoyadas en el músculo. El dolor insufrible que estaba soportando el muchacho se acrecentaba con el paso de los segundos y se reflejaba en su rostro mutilado por las muecas de sufrimiento que sus sentimientos le obligaban a colocar en su cara en ese preciso instante.
-¡¿Qué haces?! -preguntó alterado en cuanto pudo recobrar la cordura que el dolor le había arrebatado-.
-Simplemente, ayudarte a entender la vida. Debes darme una respuesta para dentro de diez minutos. Cuando finalice ese lapso de tiempo volveré; y ya sabes qué ocurrirá si no obtengo lo que quiero, ¿verdad?
-Sí, lo sé.
-Está bien. Ahora, me voy; intenta pensar aún con el aliento de la muerte en tu nuca.

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