viernes, 15 de octubre de 2010

Capítulo VI (Parte I)

El taladrador sonido del despertador quebró aquel silencio que se imponía cada noche en casa a las 7:00, justo antes de las campanadas que presagiaban una mala mañana con las clases. Cosow tiró el despertador contra la pared como de costumbre. Era un reloj rectangular, no muy grande de color rojo pobre por las continuas abatidas que sufría cada mañana y una pila que desde el nacimiento de ese despertador no tuvo que cambiarse en sus tres años de tic-tac. El muchacho volvió a dormir.
Rashkolnikov llevaba despierto desde, aproximadamente, el amanecer. Acostumbraba a madrugar mucho por las continuas pesadillas que tenía y el escaso tiempo del que disponía para resolver sus problemas.
-¡Arriba, despierta!, que por fin es lunes y te pierdo de vista toda una mañana.
Lo único que se pudo considerar como respuesta fue un gruñido con pinta de sonar a "ya estoy despierto". Llegó a la mesa y se sentó aun dormido. Cogió la cuchara para tomar sus cereales matutinos y probó a echar la leche en el tazón con la mano libre y la derramó sobre la mesa. Se quedó dormido sobre la mesa; y mientras, su hermano, duchándose con agua fría para ahorrar gastos. Cuando llegó a la cocina y vio a su hermano en ese estado pensó "qué decadencia, Dios mío…".
-Vamos, Cosow, que aun tienes que ducharte.
Se levantó y toda la cara fría y blanca impregnada por aquel lácteo se puso a la vista dejándole una expresión de insomnio grande. Muy grande. Las ojeras eran visibles a leguas de distancia y su estómago suplicaba a gritos algo con lo que saciar su apetito. El pequeño se dirigió hacia el cuarto de baño y volvió a quedarse dormido. En la ducha, de pie. Rashkolnikov entró y lo vio así. Ignoró lo que veía y fue hacia el váter.
Salió de la ducha y se secó. Pidió a su hermano la hora y le quedaban quince minutos escasos para empezar las clases. Dio un salto y fue vistiéndose por la casa, dejando su pelo húmedo y las gotas recorriendo su cuerpo frío. Un portazo hizo caer un cuadro al lado de la puerta al suelo haciéndose pedazos. Rodka la recogió del suelo y la observó con detenimiento. Era una foto en la que salían todos: sus padres, su hermano y él hacía unos años, antes del accidente que terminó con la vida de ambos progenitores. Extrajo la imagen y se la metió en el interior de su amplio bolsillo de la chaqueta y el marco lo colocó en la mesa de la cocina con cuidado de no romperlo más.
"Y otro día comienza. Un día más es un día menos, como alguien dijo una vez" pensó mientras bajaba las persianas de las habitaciones para que no entrara la luz del Sol

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