viernes, 15 de octubre de 2010

Capítulo II (Parte I)

Rashkolnikov miró hacia atrás con miedo y escuchó un estallido en el interior de su cabeza acompañado de la escena que acababa de presenciar. Durante unos minutos no pudo pensar en otra cosa que no fuera en esa puerta. Cosow lo miraba extrañado y no paraba de repetirle que le contara lo sucedido, pero Rodka giraba la cabeza y miraba hacia cualquier otro lugar. Se dirigían a un puerto abandonado hacía ya años. Sólo había unos cuantos barcos encallados pobremente en una pequeña pasarela vetusta y unos borrachos, como en toda esa zona, pendiendo entre la muerte y el sueño. Se oyeron gritos. Los dos hermanos miraron hacia atrás pensando que se dirigían a ellos, pero se dieron cuenta de que no y siguieron su camino cabizbajos.
- ¿Qué has visto? -preguntó Cosow a Rashkolnikov anteponiendo su paso al de su hermano-.
- Nada, Cosow. Sigue caminando -respondió Rodka apagado-.
- Yo no me muevo de aquí hasta que me expliques qué ha pasado ahí dentro.
- Haz lo que quieras, pero te recuerdo que en esta zona, de los dos, soy yo el único que sabe moverse por ella dado que yo pasé mi infancia y adolescencia por aquí.
- Rashkolnikov, por favor -rogó Cosow al borde del llanto-.
- No te voy a decir nada, Cosow; no seas pesado -respondió tajante su hermano-.
Ambos divagaron sin parar durante horas. No sabían qué hacer en esos momentos. Podían irse al fin del mundo que ellos ni se enterarían. Iban ensimismados, cada uno pensando en sus problemas. Junto al puerto de Dask había un viejo bar que, extrañamente, seguía abierto tras tantos años. Rashkolnikov, invadido por la nostalgia encaminó a su hermano hacia el interior de aquel local. No había cambiado nada, absolutamente nada. Su puerta seguía igual de mugrienta, las paredes se caían a pedazos y los cuadros que había recordaban a una época anterior a cualquiera de los allí presentes.
- ¿Quieres tomar algo, Cosow?
- No, quiero que me cuentes lo que viste.
Rashkolnikov lo ignoró y pidió un vaso de Vodka de 1986, año en el que nació él. Giró la cabeza y se fijó en la vieja tele que retransmitía los partidos de fútbol que veía de pequeño con su padre todos los fines de semana. Cosow miró para todos los lados asombrado por los escombros que estructuraban aquel lugar pero se dirigió hacia la barra y pidió para él.

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