viernes, 15 de octubre de 2010

Capítulo III (Parte I)

-Vaya estupidez de sueño, de verdad -replicó Rashkolnikov con cara de incredulidad-.
-¿Cómo que "vaya estupidez"? -preguntó Cosow-, a mi me parece una muestra de imaginación brutal.
-¿Brutal? ¿Cómo tu soberbia?
-No sé ni para qué te cuento las cosas.
-A veces ni yo, Cosow.
Tras esa conversación, las campanadas dieron las 8:30 y Rashkolnikov se levantó a prepara los desayunos.
-¿Qué quieres desayunar, Cosow?
-Nada; no tengo hambre.
En **** nunca se ponía el Sol, o eso parecía; las farolas aun alumbraban débilmente las ruinas de aquella vieja ciudad y el silencio reinaba corrompido únicamente por el grave sonido de la campana, sobre la iglesia. Aquel lugar parecía un campo de concentración abandonado por sus militares y prisioneros. Un desierto, sin dunas más que las del reloj de arena que contaba los segundos de vida que le quedaba a aquella ciudad, se veía más allá donde mirases. Uno se hace a esto; una vez que llevas toda tu vida viviendo entre escombros es normal ver observar la destrucción, a diferencia de otras culturas y gentes que lo ven algo antinatural.
-¡Perdona! -se oyó a lo lejos por la calle-.
Cosow miró impasible a la dirección de donde procedía la voz.
Una muchacha, morena se veía a lo lejos de la calle Khràl; y a medida que se acercaba, sus ojos verdes se hacían cada vez más claros e intensos.
-¿Me dices a mí? -preguntó Cosow mirando a todos los lados en busca de otra persona-.
-Sí, es a ti -respondió sonriente la chica-. Me llamo Dôrya, Dôrya Sürthrom, ¿y tú?
-Cosow; ¿pero me conoces de algo?
-Me temo que no -respondió entre risas la chica-.
-Perfecto, hago amistades involuntariamente, como todo.
-No seas bobo; es que no conozco el barrio y eres el primer adolescente que veo des de que llegué de Alemania.
-¿Eres alemana?
-Así es, ¿por qué?
-Mi hermano estudió muchos idiomas, y entre ellos está ése, aunque no es el que más le gusta o haya practicado.
-Dile que te diga algo en alemán y mañana me lo dices a mí -pidió Dôrya-.
-Bueno, está bien… -dijo dudando Cosow-, pero no sé dónde vives.
-En la calle Bôdho, portal 3.
Y la chica desapareció entre la tenue luz de las farolas aun brillantes. Volvió corriendo para casa a contarle lo sucedido a Rodka y pedirle que el enseñara alemán para impresionar a su nueva amiga. Pensó, por el camino, que entrar así no era muy apropiado, después de la bronca de hacía un rato, así que se demoró un poco pasando por delante de la plaza, junto al portal ódonde anoche pasara algo que su hermano no quiso revelar. Había un cordón policial y, a diferencia de Rashkolnikov, él era muy curioso. No es que Rodka no fuera curioso, sino que todo lo que lo atraía ya lo había experimentado o averiguado. Se acercó lo máximo posible al pportal, hasta que un policía lo mandó retroceder. No vio nada, solamente un charco inmenso de un líquido que, aparentemente, era consistente. Eran vísceras. Repugnantes vísceras esparcidas por el suelo de aquel portal y que horadaban el coraje del muchacho cada segundo. Se apartó de aquel lugar y se dirigió hacia su viejo instituto, la Krog. Cosow ya estaba algo cansado de haber recorrido esas calles durante más de seis años de su vida. Ya había empezado la universidad este año, en Medicina.
Volvió a casa a las 12:00, tras un largo paseo y un maremoto de pensamientos.
-Hola, Rodka.
-Hola. ¿Ya te has dignado a volver? -preguntó sarcástico Rashkolnikov-.
-Sí, lo siento, pero te contaré lo que me ha pasado -se excusó Cosow-.
Cosow le relató todo lo que sucedió.
-Entiendo…
-Por eso, quería pedirte un favor. Que me enseñaras alemán y me dijeras una frase para decirle a Dôrya mañana.
-De acuerdo, te enseñaré, pero lo básico. En cuanto a lo de la frase… tú dile "Ich liebe dich", a ver que te responde -sugirió Rashkolnikov con una sonrisa maliciosa dibujada en la boca-.

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